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Exposición actual. Rosa de León: Yambo (Hola). Albinos en África


Esta propuesta es consecuencia del viaje realicé, la experiencia que tuve y las personas que conocí en agosto de 2013 en Kabanga Center, cerca del lago Tanganica, en Kasulu (Tanzania). Con ella quiero visibilizar sentimientos e impresiones que me impactaron en la convivencia que tuve durante tres semanas con los niños del Centro. 


Este Centro recoge a 200 niños tanzanos, desde bebés a adolescentes. Unos 70 son albinos y el resto, pequeños y pequeñas con minusvalías físicas y psíquicas.
 
Como privilegiada ciudadana del norte he tenido la oportunidad,  y la he aprovechado cuando he podido, de viajar y colaborar en proyectos locales en varios países (Ecuador, México y el último en Tanzania con la ONG AIPC Pandora), lo que me ha dado la posibilidad de conocer personas y tener experiencias que me han permitido sentirme parte integrante del mundo, más allá de mi cultura y mis espacios familiares y cercanos.

Ha sido la primera vez que he ido a un proyecto donde los niños son los auténticos protagonistas. Decidí este viaje con la idea de compartir con ellos momentos de risas, juegos, música, pintura o lo que permitieran las circunstancias, además de los trabajos programados.

Y creo que lo conseguimos, superando las dificultades físicas, culturales o de idiomas...los niños sordomudos nos enseñaron sus signos, otros nos enseñaban swahili, a tocar música, a bailar, a escribir sus nombres, a hacer collares o a peinarnos ; algunas veces, nuestro grupo de voluntarios también les enseñábamos algo.

El albinismo es un desorden genético hereditario que se caracteriza por la ausencia de melanina en la piel, pelo y ojos. Éstos son muy claros y su visión es muy limitada; la luz les causa muchas molestias. El sol hiere su blanca y delicadísima piel produciéndoles melanomas que derivan en cáncer. Recuerdo la impresión que sentía cuando les ayudábamos a darse la crema solar: enormes grietas maltrataban sus labios y la piel de sus manos, pies, orejas o cuello era como lija gruesa. No hay cura para la ausencia de melanina. Sólo deben protegerse del sol.

Una de cada 20.000 personas es albina en el mundo; en Tanzania, una de cada 3.000. Hay más de 170.000 albinos en el país, y a pesar de que son muchos, existe una gran discriminación. Son perseguidos, asesinados o fallecen a causa del cáncer, y su esperanza de vida no suele superar los 40 ó 50 años.

La superstición es un enemigo que les mata y despedaza sus pequeños cuerpos para elaborar con sus huesos, órganos, sangre o pelo pociones que traen buena suerte y riqueza. Incluso Naciones Unidas ha requerido al gobierno tanzano para que los proteja (su cuerpo en el mercado negro puede valer hasta 75.000 $)[i]. En algunas comunidades se cree que el contacto con ellos trae mala suerte, enfermedad o muerte. Son como una maldición para su familia y se cree que no mueren sino que desaparecen. Por eso están en Kabanga, unos abandonados por su familia, otros llevados allí en busca de la protección que no tienen en sus aldeas.

Mientras les hacía pequeños retratos fue surgiendo la idea de hacer un libro. Se ponían en fila para posar, luego ponían su nombre y se divertían enseñándoselo a los amigos. Además, como no tienen espejos, para algunos fue una manera de descubrir su imagen. Terminado el viaje he añadido sus propios dibujos, algunas fotografías, pequeñas historias de mi relación con ellos, y con semillas y piedras de allí he realizado tres libros que espero enseñarles cuando vuelva.

Con varios medios y materiales he reinterpretado sus imágenes. También las fotografías me han inspirado otros retratos, otros sueños, otras impresiones. Su piel blanca, su piel negra, sus hermosos ojos claros, sus hermosos ojos oscuros, su tierra roja, el intenso sol y ese enorme muro que les rodea y aísla.

Fueron muchísimos los momentos en los que sentí que es injusto que esos niños tan vulnerables sobrevivan por la ayuda que se dan unos a otros. No hay adultos, apenas alguna madre. Niños albinos empujando la silla de los minusválidos, sordomudos acompañando a los ciegos, niños cargando los bebés, lavando su escasa ropa...pero con risas, bailes, juegos. Con ganas de aprender, de tener futuro.

Me han surgido muchas dudas acerca de la paradójica protección que se les ofrece: ese gran muro que les rodea es para su seguridad, pero les impide ver y tener horizonte. Son unos niños excluidos, apartados de su familia y comunidad, y cuando sean adolescentes y salgan de allí, no será fácil su subsistencia e integración; su gente les rechaza, su educación es muy deficiente y trabajar bajo el sol les mata. Tienen donaciones del extranjero, sillas de ruedas, material para sordos, ciegos, cremas solares, gorros, cuentos, pero nadie para distribuirlo. Alguna vez médicos extranjeros operan sus melanomas, pero luego no siguen ningún tratamiento.

Y como voluntaria también he reconsiderado mis expectativas y aportaciones al ver cómo después de recoger los papeles, pinturas rotas y desperdicios de nuestras actividades con los niños y tirarlos en un hueco en la tierra que usan fuera del centro para quemar basura, los niños empezaron a salir corriendo para seguir jugando en el hueco con todo aquello que nosotros habíamos desechado. O qué sentido tiene pretender enseñarles a fabricar jabón, cuando allí lo hacen más barato y natural. Sin duda los del norte tenemos mucho que aprender.

Como se diría en su lengua, hakuna matata, no hay problema. Seguro que saldrán adelante, porque estos niños y niñas sonríen felices a pesar de todas las dificultades.

 

Rosa Mª de León
Febrero 2015

 



[i] 1 Report of the Office of the United Nations High Commissioner for Human Rights. Persons with albinism. 12 de septiembre 2013

 

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